Fragmento
de la novela de Chimamanda Ngozi Adiche titulada Americanah
Ifemelu
decidió dejar de imitar el acento estadounidense un día soleado de
julio, el mismo día que conoció a Blaine. Era convincente, el
acento. Lo había perfeccionado observando con atención a amigos y
locutores de televisión, fijándose en la pérdida de nitidez de la
«te», la untuosa vibración de la «erre», las frases encabezadas
con «Pues» y la escurridiza respuesta «En serio»; pero tenía una
chirriante conciencia del uso de este acento, hablar así era para
ella un acto de voluntad. Le representaba un esfuerzo, la manera de
torcer los labios, la manera de abarquillar la lengua. En un estado
de pánico, o en un momento de terror, o si despertara sobresaltada
durante un incendio, no recordaría cómo reproducir esos sonidos
estadounidenses […]. La impulsó a ello una llamada de
telemarketing […].
–
¿En
serio? ¿Cuánto tiempo lleva en Estados Unidos?
–
Tres
años.
–
Guau.
¡Qué pasada! Habla como una estadounidense.
–
Gracias.
Solo
después de colgar empezó a sentir la mancha de una creciente
vergüenza propagarse por toda ella, por darle las gracias, por
formar con las palabras de ese chico, «Habla como una
estadounidense», una guirnalda que colgarse al cuello. ¿Por qué
era un cumplido, un logro, hablar como una estadounidense? Había
ganado; […] pero su triunfo estaba lleno de aire […] porque había
adoptado, durante demasiado tiempo, un timbre de voz y una manera de
ser que no eran los suyos […]. Habló por primera vez sin acento
estadounidense aquella tarde en la estación de la calle Treinta […].
–
¿Podría
darme un billete de ida y vuelta a Haverhill, por favor? La vuelta
para el domingo por la tarde. Tengo carnet de estudiante –dijo, y
experimentó un repentino placer por darle a la «te» toda su
sonoridad en «estudiante», por omitir la vibración de la «erre»
en «Haverhill». Esa era ella realmente; esa era la voz con que
hablaría si despertara de un sueño profundo durante un terremoto.
(Trad.
Carlos Milla Soler)
Mi
aportación en el foro de la asignatura
Hola
a tod@s,
qué
maravilla de texto. En cuanto lo he terminado me lo he guardado para
usarlo como muestra para el portafolio. En primer lugar, quería
agradecerte Rocío el haber compartido esta gran belleza textual.
El
tema de la identidad es un tema imprescindible en las investigaciones
por ejemplo sobre la adquisición de segundas lenguas con
inmigrantes. El aprendizaje de la L2 para ellos muchas veces requiere
o exige, en otros casos, la eliminación de todos los rasgos más
característicos de su identidad y adoptar los de la lengua meta para
poder encajar y sentirse integrados.
La
mayor parte de las veces, lo primero que el inmigrante debe eliminar
es su acento, pues como se dice en español: hay acentos y acentos.
El personaje del libro es nigeriano y por tanto, un acento carente de
reputación lingüística y política. En el caso de los españoles
por ejemplo que aprenden un idioma extranjero, sobre todo con el
inglés, hemos asumido socialmente que no lo hablamos bien por no
tener una buena pronunciación. Eso lleva a la frustación, falta de
motivación y al esfuerzo imposible de conseguir un acento que
resulta muchas veces inalcanzable. En este caso no se trata de perder
identidad pero sí de sentirse parte de la comunidad lingüística y
cultura meta.
El
caso de esta persona me toca de cerca, ya que vivo desde hace casi
tres años en Ghana y cuando llegué traje en la maleta el medio
acento norteamericano-británico que aprendí a copiar en la
Universidad. Con la misma facilidad con la que había adquirido
dichos acentos también he adquirido aquí el acento del inglés
ghanés y cuando vuelvo a España y tengo que hablar inglés me dicen
que me he dejado todo lo que sabía de inglés en tierras africanas.
Cómo el acento puede determinar y encasillar la imagen que tienen de
nosotros. Es cierto que junto con el acento, adquieres gestos,
sonidos, silencios, miradas que antes no tenías, pues estos cambian
de idioma a idioma, pero no significa que yo hable un idioma de peor
manera o de que incluso hable otro, como te quieren hacer pensar.
Mi
caso puede no ser el mismo que la personaje de la novela, pues no soy
nativa inglesa, pero en Ghana por ejemplo hay niños extranjeros que
aprenden inglés como primera lengua por estar en un contexto de
inmersión, además de la o las lenguas maternas de sus padres y
estos llevan a sus hijos a escuelas internacionales con profesores de
Norteamérica o Inglaterra para que aprendan el acento “correcto”,
es decir, el de prestigio.
A
mis alumnos les enseño español pero al hablar ya con su acento les
transmito que su acento es igual de correcto que el de otros países
anglófonos y algo que no pueden ni deben perder, porque, como uno de
los rasgos de su identidad, es algo que debe acompañarlos y que
nutre su personalidad lingüística y cultural. A mí, por ejemplo me
ha pasado al contrario. Ahora que hablo como ellos es cuando los
alumnos me dicen: “ahora sí que sabes hablar inglés, profe”.
He
encontrado un blog donde hablan del mismo pasaje de la novela, por si
a alguien le interesa:
https://plantainperiodicals.wordpress.com/2013/05/21/americanah-and-africans-trying-to-fit-in-accents-and-identity-part-2/
Interesante
puede ser relacionar este tema con los diferentes acentos del español
y los diferentes rangos de prestigio que adquieren unos y otros. Si
no recuerdo mal, pudimos tratar un poco este tema en el foro de la
asignatura de Introducción a la lingüística, donde vimos como, a
nivel de España, el acento andaluz estaba restringido a los medios
de comunicación y cómo el acento catalán en el español dotaba del
español de un prestigio que otros acentos no hacían.
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